Tuesday, May 15, 2007

Manuel Ramos - Chile - MI HÉROE VERDE

Cuando abrió los párpados su preocupación fue enorme, y mientras avanzaban los segundos se fue convirtiendo desesperación, pues se encontraba en un lugar desconocido y muchas personas de blancas vestiduras le rodeaban, observándole profundamente, sus miradas se convertían en verdaderas agujas que le perforaban aun más su vendada y adolorida cabeza. Quiso mover sus brazos pero estos también se encontraban atados con blancas vendas, quiso preguntar, pero su boca no gesticulaba ni una palabra, pero sí se puso a pensar y se le vino a la memoria la linda historia que exhibían diariamente en televisión. Se trataba de un hombre, que en vez de fabricar armas y levantar monumentos a la sin razón, sembraba la tierra de trigo, encendía soles apagados y enseñaba el alfabeto del amor.
Que en vez de descubrir astros y estrellas, descubría el porqué de tanta miseria e injusticia en la tierra, que en vez de cantar himnos de guerra, gritaba a los vientos palabras profundas de justa razón.
Sus ropas eran verdes como las hojas de los árboles, sus brazos eran largos como nuestra geografía y sus ojos más profundos que los mares.
Este héroe verde aumentó sus fantasías infantiles, construía en su cabeza y corazón aun pequeño, sueños de una sensibilidad sin límite.
Quería destruir armas y fronteras, levantar el mar y el cielo azul como única bandera. Caminó día y noche por senderos y montañas de paz y armonía.
Este sentimiento fue aumentando a tal punto que un día cualquiera de abril y estando tan sólo acompañado de estos bellos sentimientos, determinó convertirse en este amado héroe verde.
Sacó de un sauce sus verdes hojas que agregó al verde traje de su madre, pintó de verde papeles y cartones, construyendo con ellos sus alas que aferró a sus débiles brazos. La verdad es que al mirarse al espejo quedó maravillado y sorprendido a la vez, pues había logrado parecerse a él. Ahora necesitaba: ¡correr!, ¡volar...volar! Fue entonces que inició su carrera su gran vuelo hacia el cielo infinito.
¡Felizmente eran solo tres metros!
El resultado inesperado, un mes en el hospital, un fuerte dolor de cabeza y sus brazos atados con blancas vendas. Las alas de la fantasía eran sus doloridos brazos y por supuesto, él no era aquél héroe verde que hoy tanto recuerda y que en Chile una mañana vestida de fuego, lo vió rodar por la tierra, lo había matado el verdugo, lo había tragado la tierra.

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MEIN GRÜNER HELD

Als er seine Lider aufschlug, erschrak er. Seine Verzweiflung nahm mit jeder Sekunde zu, denn er war an einem unbekannten Ort mit vielen weiß gekleideten Personen, die ihn genau beobachteten. Ihre Blicke waren wie Nadeln, die seinen bandagierten und schmerzenden Kopf durchbohrten. Er wollte seine Arme bewegen, aber auch sie waren mit weißen Verbänden umwickelt, er wollte fragen, doch aus seinem Mund drang kein Wort.
Wenn er allerdings nachzudenken begann, erinnerte er sich an eine schöne Geschichte, die täglich im Fernsehen lief: ein Mann, der anstatt Waffen zu bauen und Denkmäler der Sinnlosigkeit zu errichten, Getreide anpflanzte, erloschene Sonnen entzündete und das Alphabet der Liebe lehrte. Ein Mann, der anstatt Sterne und Planeten zu entdecken, die Gründe von Elend und Ungerechtigkeit auf der Erde enthüllte, der anstatt kriegerische Hymnen zu singen, in alle Winde seine wahren Worte rief. Sein Gewand war grün wie das Laub der Bäume, seine Arme waren langgestreckt wie unsere chilenische Geographie und seine Augen tiefer als das Meer.
Dieser grüne Held beflügelte die kindlichen Phantasien und in seinem Kopf und seinem kleinen Herzen entstanden Träume von grenzenloser Empfindsamkeit. Auch er wollte Waffen und Grenzen zerstören und das Meer und den blauen Himmel als einzige Fahne erheben.
Tag und Nacht wanderte er auf den Wegen des Friedens und der Harmonie. Dieses Gefühl wurde so stark, dass er eines schönen Apriltages beschloss, sich in seinen geliebten grünen Helden zu verwandeln. Er heftete grüne Weidenblätter auf ein grünes Kleid seiner Mutter, bemalte Papier und Karton mit grüner Farbe, um daraus die Flügel zu basteln, die er an seine schwachen Arme band. Als er sich im Spiegel sah, staunte er, wie sehr er seinem Helden glich. Jetzt musste er nur noch laufen und fliegen, fliegen! Und er rannte los und warf sich dem unendlichen Himmel entgegen.
Glücklicherweise waren es nur drei Meter!
Das ernüchternde Ergebnis war ein Monat Spital, starkes Kopfweh und dick bandagierte Arme. Anstatt der Flügel aus seiner Phantasie hatte er schmerzende Arme, und natürlich war er nicht jener grüne Held, an den er heute so oft denkt, und den er in Chile eines brennenden Morgens auf die Erde stürzen sah.
Der Henker hatte ihn ermordet, die Erde hatte ihn verschlungen.

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